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Mientras pasa la estrella fugaz
acopio este deseo instantáneo.
Montones de deseos hondos y prioritarios,
por ejemplo, que el dolor no me apague la rabia;
que la alegría no desarme mi amor;
que los asesinos del pueblo se traguen
sus molares caninos e incisivos
y se muerdan juiciosamente el hígado;
que los barrotes de las celdas
se vuelvan de azúcar o se curven de piedad
y mis hermanos puedan hacer de nuevo
el amor y la revolución;
que cuando enfrentemos el implacable espejo
no maldigamos ni nos maldigamos;
que los justos avancen
aunque estén imperfectos y heridos;
que avancen porfiados como castores,
solidarios como abejas,
aguerridos como jaguares,
y empuñen todos sus noes
para instalar la gran afirmación;
que la muerte pierda su asquerosa puntualidad;
que cuando el corazón se salga del pecho
pueda encontrar el camino de regreso;
que la muerte pierda su asquerosa
y brutal puntualidad,
pero si llega puntual no nos agarre
muertos de vergüenza;
que el aire vuelva a ser respirable y de todos
y, que vos muchachita, sigas alegre y dolorida...
Poniendo en tus ojos el alma
y tu mano en mi mano.
y nada más,
porque el cielo ya está de nuevo torvo
y sin estrellas
con helicópteros y sin Dios.
Mario Benedetti. "Trece hombres que miran".